Muchos fueron los grandes momentos del cubano José Raúl Capablanca en su carrera ajedrecística, tanto al inicio como al final.
Entró por la puerta grande con su victoria inapelable sobre el reconocido gran maestro norteamericano Frank J. Marschall, al derrotarlo en 1909 por 8 victorias con sólo una derrota y 14 empates. Y su estreno en torneos con el éxito brillante en 1911 en el torneo internacional de San Sebastián, España, donde sufre una sola derrota, a manos de Rubinstein, el genio trastornado de Polonia.
Hacia el final de su vida, el primer lugar en Moscú y Nottinghan de 1936. El único verdadero desastre, el que estuvo a punto de cerrar desgraciadamente su tan brillante
quehacer, fue en el torneo del AVRO, Holanda, 1938, donde por primera y única vez quedó en penúltimo lugar, con menos del 50 por ciento de los puntos, solamente 2 victorias, 4 partidas perdidas y 8 tablas.
Pero restaba 1939, su Canto del Cisne, cuando en su última actuación, en la Olimpiada Mundial de Buenos Aires, conquistó la medalla de oro defendiendo el primer tablero de Cuba.
(continuará)