sábado, 11 de septiembre de 2010

Hombre, vida y fútbol

¿De qué forma podrá expresarse el ser verdadero de los hombres, los que necesariamente tienen que estar dominándose y siendo dominados para poder vivir en sociedad?
Escuche usted un programa de radio o vea uno de televisión. Los conductores se vuelven de azúcar, y sin miedo a que se los coman las hormigas.
Nunca olvidaré un cartón animado del húngaro Gustavo, donde el personaje va a hacer un crucero. ¡Cuántas amabilidades entre los pasajeros desde el mismo momento en que abordan el barco! Y esto incluye a Gustavo y al que le tocó como compañero de travesía. . Los dos se extreman ya desde que van a entrar al camarote que les toca compartir, con grandes gestos y palabras amabilísimas, como las que siguen:

-Usted primero.
-De ninguna manera, usted primero.
-Ah, no, de eso nada, insisto...(y etc, etc...)

Al fin entran al camarote y entonces viene la repartición de las literas, sin que importe quién dice qué:

-Coja usted la de abajo.
-No, no, no, la de abajo es para usted.
-Pues mire que no, que yo duermo bien en la de arriba.

Y así pasan dos horas en lo que pudieran haber resuelto en cinco minutos.
Y durante el viaje todo es igual, por ejemplo, a la hora de las comidas, cuando se encuentran en los paseos por cubierta...

Pero en una de esas, estando los dos en el camarote, comienza a hundirse el barco y, no recuerdo porqué, la única salida es por la claraboya. Y ahí comienza la lucha . Nada de sutilezas, todo se vuelve patadas, empujones, mordidas, con el solo fin de alcanzar la claraboya y tratar de salir.

Es algo cómico aunque en el fondo bien trágico aquella bronca por la subsistencia.
¿Cómo terminó el animado de Gustavo? Fue algo así como que el ¡Sálvese quien pueda!, resultó una falsa alarma. Entonces los dos personajes, agotados, sudorosos, desencajados, pero felices por el regreso a una vida normal, recomienzan las amabilidades y se hacen los ciegos ante el descalabro humano que vivieron cinco minutos antes.
Sin llegar a ninguno de los dos extremos, nos repetimos la misma pregunta del principio: ¿De qué forma podrá expresarse el ser verdadero del hombre sin que deje de ser civilizado?

Es difícil, pero ya los griegos antiguos encontraron algo parecido al remedio: La Tragedia como espectáculo para provocar la famosa catarsis aristotélica, y también los Juegos Olímpicos.
Los romanos fueron más descarnados: Pan y Circo.

El hombre moderno ha cultivado todo esto, inventando otras formas de proceder, aunque no es claro que lo hayan podido hacer mejor. Por ejemplo, tenemos el fútbol, que cada cuatro años, pretende acaparar toda nuestra atención.
NO se le puede negar al fútbol su popularidad universal, así como que es un medio eficaz para reflejar de manera ¨civilizada¨, el ser del hombre: y esto lo logra entre patadas, empujones, gritos y maldiciones de los jugadores y de decenas de miles de fanáticos, en un juego que al parecer tiene sus reglas para que sean violadas constantemente por los más hábiles que quedan impunes por no ser vistos, o por los menos hábiles que son castigados( faltas, expulsiónes, etc) todo presidido por un árbitro que en muchas ocasiones salta a la cancha con ánimos de protagonista, y como nuevo Dios, hace omnipotentemente lo que le da la gana o lo que su ceguera le permite.

En fin, que el fútbol representa bastante bien la lucha de la vida , sobre todo cuando el barco se está hundiendo y sólo uno se puede salvar, o en el caso de una final mundial, solamente uno puede ganar.